25 de agosto de 2005 en el Camp Nou. Miles de aficionados abarrotan el estadio, lleno hasta la bandera con 90.000 espectadores, por la celebración del trofeo Joan Gamper. Con menos turistas en las gradas que los que hay ahora, desde luego, pero se respiran ganas de fiesta y de buen fútbol. Y vaya si lo hubo.
Enfrente, la Juventus de Turín de Fabio Capello. Un equipo plagado de estrellas que un año después se hundiría en el descenso tras el escándalo del “Calciopoli” en 2006. Sobre el césped, jugadores de la talla de Abbiati, Cannavaro, Vieira, Camoranesi, Trezeguet, Del Piero o Zlatan Ibrahimovic. No venían a pasar el rato, ni mucho menos. Y así se demostró con el pitido inicial.
10 minutos le bastaron a los italianos para ponerse por delante tras el penalti convertido por Del Piero. Infinitamente superiores en la primera mitad pero con menos fuelle en una segunda mitad dominada por los culés. Defensas frágiles y un partido casi sin centro del campo. Los ataques se enfrentaron en duelo y todo quedó en empate. 2-2 y 2-4 favorable a laJuventus en la tanda de penaltis.
Poco fútbol y muchas imprecisiones en ambos bandos, con la excepción de un jugador. Un pequeño canterano, con el dorsal 30 a la espalda, empezaba a levantar al Camp Nou con su sutil maestría con el balón siempre pegado al pie izquierdo. Apenas superada la mayoría de edad, un tal Leo Messi hizo de un partido veraniego mediocre y sin ritmo una verdadera oda al fútbol.
Pasado el primer tercio del encuentro, los compañeros se empezaron a dar cuenta de las cualidades del joven argentino y todos los balones caían rendidos a sus pies. Asumiendo los galones de un equipo capitaneado por Carles Puyol y liderado por Ronaldinho en ataque, Messi hizo suyo el encuentro.
Partiendo desde la banda derecha, con el cuero siempre pegado al pie, desesperó una y otra vez a la zaga “juventina” con sus arrancadas hacia la frontal y con conducciones vertiginosas en la zona de 3/4 que el conjunto italiano sólo pudo frenar con faltas. Y alguna de ellas demasiado duras tratándose de un partido amistoso. Suele pasar cuando el contrario te supera una y otra vez y ves que no puedes pararlo de forma legal. Messi puso en serios apuros a jugadores de la talla de Fabio Cannavaro o Patrick Vieira con acciones de un talento extraordinario que dejaron en evidencia a los “cracks” de la Vecchia Signora. Un descaro y un atrevimiento impropios de un canterano de 18 años recién salido del filial y con menos de 10 partidos jugados en el primer equipo.
Algo se estaba cociendo y el Camp Nou empezaba a notarlo. Jugadores así no se suelen ver todos los días. Las acciones individuales del “10”, que por entonces era todavía el “30”, fueron en aumento, y el aficionado culé fue entonando poco a poco aquello de “!Messi, Messi, Messi!” que es más que habitual a día de hoy. Un cántico tímido y poco coral que acabó siendo entonado por todo el estadio cuando Giuly sustituyó a Leo Messi, que se marchó ovacionado y visiblemente sorprendido por tal reconocimiento.
Quedaba poco más de 10 minutos para el final y el resultado ya era lo de menos. El Camp Nou acababa de bautizar a Leo Messi en su primera titularidad con Rijkaard a los mandos. Y el culé lo sabía. Sabía que sus ojos habían visto a un futbolista único y magistral que apuntaba maneras. Difícil no rendirse ante un talento de tales magnitudes.
El propio Capello, listo como muy pocos, al término del partido y con el torneo resuelto en la tanda de penaltis favorable a los de Turín, preguntó por la cesión del argentino. La respuesta, un no rotundo. Al menos lo intentó. Qué hubiese hecho de no haberlo intentado pasados los años viendo cómo aquel extremo zurdo cerrado y encarador se convertiría en el mejor jugador de todos los tiempos. No se lo hubiera perdonado.
El Gamper que pasó a la historia eterna por la consagración de Leo Messi en Can Barça.
A veces es bueno echar la vista atrás para ver con los ojos vidriosos cómo se erigía a pasos agigantados la figura del futbolista más influyente de la era moderna del fútbol mundial un 25 de agosto en un torneo de pretemporada. 15 años han pasado.
Iker Lloveras @LloverasIker
Colaborador
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